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jueves, 2 de agosto de 2007

Acueducto,deporte y cultura


El Adelantado - Segovia
Si usted pasaba ayer a las cinco de la tarde por la plaza del Azoguejo, y creyó ver a dos tenistas usando el Acueducto como red... no se preocupe; no está loco. Es cierto. Eran Fernando Verdasco e Iván Navarro, dos de los jugadores españoles participantes en esta edición del Open Castilla y León. ¿Quién puede negarse a la oferta de disputar un partido en semejante escenario? Nadie. Así que en cuanto al cabeza de serie número uno del torneo y al alicantino les propusieron enfrentarse con una red de cerca de 28,10 metros de altura de por medio, con 166 arcos sobre los cuales pasar la pelota, aceptaron el reto sin dudarlo. El espectáculo prometía ser increíble, y desde las diversas oficinas del torneo se frotaban las manos pensando en la que se podía organizar en Segovia por la tarde. Pocas personas ajenas al ajetreo que se vive estos días en El Espinar tenían conocimiento de lo que se iba a vivir bajo el Acueducto. En la sala de prensa, algunos pensaban en los romanos y en la forma en la que habrían disputado un encuentro así, utilizando como red el monumental acueducto que años antes habrían erigido en la ciudad; ¿con sandalias o sin ellas?, ¿con raqueta o con la mano?, ¿con Julio César de juez de línea o sin nadie que impusiese unas reglas? Remi Sanz, speaker del torneo, tomó posición junto al Acueducto; Pedro Arahuetes, alcalde de Segovia, Javier Arranz, concejal de deportes, y Francisco Álvarez, ex-concejal de deportes, también buscaron un sitio desde el que tener las mejores vistas. Javier Martínez, director del Open, se situó junto a ellos y... comenzó el espectáculo. La gente, asombrada y, a medida que paban los segundos, maravillada, se iba acercando al escuchar a Remi animarles por el micrófono; Verdasco y Navarro cogían la raqueta y, sin que la pelota botase en la mayor parte de las ocasiones, intentaban dar más de un golpe seguido. Y fueron tres; ni uno más ni uno menos. Alguna vez tuvieron que ir a buscar la pelota mucho más allá de la pista improvisada, y Navarro llegó incluso a hacerse daño en el brazo. Al final, tanto los dos jugadores como los miembros del torneo que se encontraban allí demostraron una cosa; que no estamos locos, sabemos lo que queremos; tenis de altura.

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